Después de tantos años, las vías del tren se cambiaron por cadenas de bicicletas y los edificios grises por sierras verdes.
Se cambió la gente, se renovaron los amigos y el corazón se hizo añicos.
Desde que una supernova llegó a mi vida, profetizando buenos augurios todo cambio.
Se había proyectado una familia, anillos de compromiso, convivencia, y un futuro mágico.
Se realizaron rituales, actos de amor y aventuras a lo largo de este nuevo reino. Se atravesaron montañas y valles, lagos y mares, y estrellas fijas.
Pero la Magia tiene un precio y este precio fue que se rompa la violenta relación y destruya lo que había cerca con una onda expansiva. Hubo muchos heridos, se perdieron amistades, y se quebró aún más el corazón.
Y así pasaron los años. Muchos años. Muchos mundos.
Distintos seres aparecieron reclamando un poco de mi y de mi corazón, pero únicamente lo agrietaron más y la confianza hacia otras personas se fue agotando. Pero no fui un santo y deje que mi oscuridad se tome parte de algunos asuntos, ya que aprendí a aceptarla. Dualidad.
Hubo momentos de oasis donde el corazón permaneció calmo.
Algunas sombras lo secuestraron, rayos de luz roja lo ayudaron a crecer, tintas de calamar le dieron fuerza y fe.
Como toda cicatriz y herida, el corazón gracias a un ángel generó nuevamente una costra dura como el diamante y entendió que así debía ser.
Y así está, en una caja de cristal para que lo puedan ver y no tocar. Porque ahora el corazón se cuida como un diamante. Se cuida y se protege. Y si apareciera un ser que lo quiera proteger solo será a mi manera, a mi forma y con mis reglas; ya que adentro posee la fuerza más grande que tengo y es el amor.